June
caminaba por los pasillos absorta de todo cuando Milo la sorprendió
dándole un fuerte abrazo por la espalda, la primera reacción de
June fue moverse para poder deshacerse de aquel abrazo.
-June
-la voz de Milo hizo que parara repentinamente.
-Perdona
no sabía que fueras tú.
-¿Es
que tienes algún otro novio escondido por el instituto? -pregunto el
chico divertido.
-No,
solo a ti -June había pasado demasiado tiempo entrenándose para
estar alerta. En sus misiones nocturnas de ladrona debía ser
cuidadosa con todo lo que hiciera para no ser descubierta.
-Genial
-el chico presionó los labios con los de su novia antes de poner
rumbo hacia la salida.
-¿Qué
haces esta noche? -preguntó Milo rompiendo el silencio.
-Em...
mis padres quieren ir a cenar hoy así que lo dejamos para mañana
¿te parece?
-Genial
-dijo el chico harto de excusas.
-Perfecto
-dijo ella ignorando el tono sarcástico.
-No,
estoy cansado de que siempre te surja algo cada día, mis padres
quieren ir a cenar, mi prima se queda a dormir, me voy al cine,
siempre tienes algo pendiente, empiezo a creer que no me quieres
cerca.
-No
es eso, es que... -por un momento pensó en contárselo todo,
explicarle que sus noches estaban tan ocupadas siempre porque robaba
aquello que un mafioso le ordenaba para poder saldar una deuda que
dejó pendiente su madre al “desaparecer” pero sabía muy bien
que nadie en su sano juicio la creería.
-¿Entonces
qué es?
-Milo
te quiero pero tengo miedo.
-¿De
qué?
-Somos
pareja y bueno... ese tipo de cosas... son nuevas y asustan -no sabía
porque había utilizado una excusa tan tonta pero lo había hecho y
parecía funcionar.
-Oh,
pero June no tiene porque pasar nada, ven aquí tontina mía -lo
brazos fuertes de su novio la rodearon con fuerza y se sintió a
gusto.
Al
llegar a su casa June se paró frente al espejo y clavó la vista en
el colgante que tenía al rededor del cuello, era de plata y tenía
forma de corazón Milo se lo había regalado cuando cumplieron un año
juntos, en el interior había una foto de cada uno y tenía escrito
ambos nombres. Dudó unos segundos si quitárselo, pero finalmente
optó por dejarlo donde estaba. Subió las escaleras, entró en su
habitación y leyó el lugar marcado, de nuevo el museo de artes
Montgomery.
Esperó
hasta que se hizo de noche y se vistió, como siempre, de negro. Se
puso en camino ocultándose en las sombras. El museo estaba iluminado
y muy bien vigilado, desde su posición pudo ver a tres guardas en un
mismo pasillo de la planta de arriba. La policía sabía que la
sombra
atacaría una noche más, la verdad es que odiaba ese nombre pero
cuando te consideran villano pocas veces puedes elegirlo tú mismo
así que no tenía otra opción.
June
se camufló entre la oscuridad y aguardó hasta que consiguió el
acceso a una
pequeña ventana situada en el sótano, una vez dentro
procuró que sus pasos fueran silenciosos y firmes, caminó por el
pasillo con calma hasta llegar al tercer piso, allí se encontró el
problema, uno de los guardas era James, el padre de Milo y eso le
hizo replantearse el robo pero no podía echarse atrás. Su mano
cogió una lata de gas lacrimógeno y la lanzó sin pensarlo. Se
movía con agilidad entre los desorientados policías que se
esforzaban por respirar entre tanta humareda, podía ver la gema tras
el cristal de blindado a unos metros cuando un puño impactó contra
su cara, todo daba vueltas entorno a June y el muchacho que le había
pegado cargaba otro gancho que la tiró al suelo. June sintió el
sabor metálico de la sangre en su boca pero no le importó, barrió
al muchacho con sus piernas y este cayó. June se apresuró a recoger
la gema rompiedo el cristal con un par de balas y guardarla en su
bolsillo. Velozmente llegó a las escaleras de incendios, como
escuchó voces procedentes del piso de abajo se dirigió a la azotea.
Cuando abrió la puerta no encontró lo que imaginaba, cinco guardas
estaban esperándola, dio media vuelta para intentar escapar pero el
chico estaba delante de la puerta. Los guardas se acercaban y el
muchacho también, su cara estaba cubierta por un antifaz negro que
solo dejaba ver los ojos al igual que él de June.
-Ríndete
-dijo de manera amenazadora.
-Jamás.
guardas que lucharon con fuerza pero las patadas y los movimientos que la chica practicaba durante horas eran demasiados. Cuando tumbó al último guarda recordó al muchacho que seguía de pie delante de ella.
-Lo
único que quiero ahora es meterte entre rejas, has hecho que mi
padre quede como un idiota que no puede con una simple ladrona -el
chico atacó con rabia contra June pero consiguió esquivar el golpe
a tiempo.
-Esa
no es mi intención.
-Claro
que no solo te interesa robar.
-No.
El
chico atacó con los brazos y June consiguió parar el golpe poniendo
los brazos en cruz delante de su cara, le vio sonreír de manera
perversa antes de golpearle el estómago y conseguir tumbarla en el
suelo, se situó sobre ella impidiéndole escapar. Una de las manos
del chico se situó en el cuello de June pero no lo presionaba con
fuerza.
-La
sombra
ha sido vencida ¿qué se siente?
-No
cantes victoria -soltó June sacando la daga escondida en la bota y
cortando con el filo el antifaz del chico, este se echó hacia atrás
y en sus dedos se quedó el collar de la misteriosa chica mientras
caía el antifaz que cubría la cara de Milo. El mundo de June cayó
a sus pies mientras con un rápido giro se alejaba del amor de su
vida.
Corrió
hasta su casa como una exhalación, sus ojos estaban llenos de
lágrimas pero eso no la detenía cuando entró a su habitación lo
vio estaba sentado sobre su cama y sujetaba el collar entre sus
dedos.
-¿Qué
tal ha ido la cena? -dijo sin levantar la vista del suelo.
-Milo
yo... -cuando por fin la miró vio los daños en su cara y pensó que
él era el culpable de que aquel rostro angelical estuviera en
semejante estado.
-No
entiendo el por qué June.
-¡Yo
no lo elegí, esto me eligió a mí! -gritó la chica lanzándole un
papel con las anotaciones.
-¿Qué
coño es esto?
-Trabajo
para la mafia.
-Ya
claro.
-Mi
madre dejó deudas pendientes y yo las estoy saldando -la cara del
chico era un poema, era imposible que eso fuera verdad.
-Mientes.
-No
te estoy mintiendo, trabajo para la banda de Cipriano.
-Ya.
-Es
cierto.
-En
ese caso tengo que llamar a mi padre, lo entiendes ¿verdad?
-Si
lo haces matarán a mi madre.
-Creía
que no había secretos entre nosotros.
-¿Eso
qué más da? Te he contado la verdad ahora y no me crees, nunca has
confiado realmente en mí.
-No
te atrevas a decir eso -Milo se acercó a June con rabia.
-Es
la verdad -los ojos de June estaban llenos de lágrimas, el chico que
amaba iba a ser su perdición, eso la rompía por dentro y no podía
evitar que saliera al exterior.
-Si
lo de Cipriano es cierto ¿por qué no me lo habías contado antes?
-Porque
tenía miedo... miedo a perderte y después de ocultártelo lo he
hecho igual así que eso ya no importa.
El
sol comenzó a iluminar ténuemente la habitación de June y un
sonido en la planta de abajo les llamó la atención.
-¿Qué
es eso?
-Un
nuevo encargo.
Cuando
llegaron a la puerta encontraron una carta, June la abrió delante de
Milo para mostrarle las palabras escritas. El nuevo destino era
Canterville una gran mansión a las afueras de la ciudad.
-¿Qué
tienes que buscar allí?
-Al
mediodía lo sabré.
-Esta
noche hay una fiesta en esa casa, yo estoy invitado.
-¿Vas
a llamar a tu padre?
-No,
me acompañarás a la fiesta y conseguirás lo que sea que buscas y
después de eso te marcharás de la ciudad para no volver jamás.
-¿Así
que se acabó? ¿sin más?
-Nos
vemos está noche -Milo salió de la casa sin contestar a las
preguntas de June. Esta le siguió hasta que no pudo más y el chico
desapareció sin decir nada.
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