Por
la mañana Albert notaba cómo le dolían las costillas de color
morado y el labio hinchado que había quedado como secuela de la
noche anterior. Otro día más debía llevar ropa oscura y parecer
un mal chico para que nadie hiciera preguntas, salió de su
habitación vio a su madre hablando por teléfono. Al ver las heridas
en su cara no se sorprendió ya que creía que era un caso perdido
igual que su padre.
Albert
se preparó un bol de cereales y comenzó a desayunar sin ganas
mientras repasaba mentalmente los resúmenes del examen que tenía a
segunda hora.
-¿Qué
excusa pondrás ahora? -preguntó su madre dejando el teléfono.
Mary
Ann había crecido sin padre y había tenido que ayudar a su madre,
privándose de una educación digna. Cuando conoció al padre de
Albert este parecía un buen tipo y aunque nunca se habían casado se
consideraban marido y mujer. Con el tiempo Frank empezó a acumular
deudas a causa del juego, hasta llegar al punto de escapar dejando
atrás a su mujer y a su hijo de tres años. Mary Ann salió adelante
con Albert alejándolo de la mala vida todo lo que pudo. Cuando el
pasado de su padre salió a la luz él estaba en el primer año del
instituto, la cosa acabó con una nariz rota, para el chico que lo
despreció y una gran reputación desfavorable para Albert.
-Ninguna,
esta vez empecé yo -reconoció mientras se llevaba otra cucharada de
cereales a la boca.
-Por
fin algo de sinceridad.
-Siempre
soy sincero contigo -Albert se levantó de la mesa y fue a su
habitación haciendo caso omiso de las palabras de disculpa de su
madre.
Salió
de su casa y emprendió el camino hacia el instituto con
tranquilidad, en el trayecto Albert reconoció a unos compañeros de
clase pero al verlo ambos cruzaron de acera, los ignoró y continuó
hacia delante. Todavía era temprano para entrar así que decidió
esperar fuera hasta que la campana sonara. Le gustaba observar a las
personas al llegar, sus actitudes eran tan distintas, algunas
entraban alegres y charlaban con sus amigos, otras entraban con cara
de sueño y su andar era lento, como intentando retrasar la tortura
que ellos consideraban que era el instituto. Albert no pertenecía a
ninguno de los grupos, él iba por libre. No le gustaba especialmente
el instituto pero se sentía agradecido por tener una educación así
que tampoco se podía decir que lo odiara. Cuando la campana sonó el
muchacho llegó a su clase a la hora exacta, como de costumbre, tomó
asiento y atendió a la clase hasta que tocó la campana.
Cuando
el profesor de historia apareció Albert separó su pupitre y se
preparó para realizar el último examen del primer trimestre. Anotó
cada palabra que su mente recordaba y tras escribir la última se
sorprendió de lo satisfecho que estaba a causa del examen.
La
campana que iniciaba el principio del recreo y el fin de la clase
hizo presencia y todos abandonaron el aula como una exhalación. Vio
a muchos de sus compañeros salir de clase y llamar a sus padres para
irse a casa, pero algo le
decía que debía quedarse el resto del
día. Cruzó las pistas de fútbol mientras unos de primero jugaban
con una pelota, se sentó en uno de los bancos y simplemente pensó
con los ojos cerrados.
-¡Eh!
-los muchachos llamaban a Albert para pedirle la pelota pero él no
les escuchaba así que insistieron- ¡Eh!
Albert
abrió los ojos y los observó
-¿Nos
puedes pasar la pelota? -la voz del chico al reconocer a Albert se
quebró, este se levanto y pateó la pelota hasta los muchachos que
se lo agradecieron sin obtener respuesta así que continuaron con su
juego.
Al
volver a clase se sorprendió al ver que no había nadie a excepción
del profesor.
-¿Estás
solo? -pregunto mientras miraba con detenimiento los daños en la
cara de Albert.
-Eso
creo.
-En
ese caso vamos a ver si hay más gente en otras clases- el profesor
Haynes salió de clase con Albert detrás suya, al llegar a la clase
continua esta estaba vacía por completo.
-Hola
-procedente de detrás de Albert los sobresaltó.
-Hola...
-Zoey
-contesta la chica con una sonrisa.
-¿Tampoco
están tus compañeros?
-Venía
a avisar de que hemos juntado todas las clases en la biblioteca.
-Oh
genial, Albert ve con ella yo necesito un café -dijo el profesor
antes de emprender el camino.
Albert
siguió a la chica en silencio, por la cabeza de Zoey pasaban las
imágenes de las heridas que acababa de ver en la cara del chico, en
cambio por la cabeza de Albert le pasaron las imágenes de la noche
anterior pero la que más le atormentaba era la de su labio
sangrando, labio que hoy no tenía herida alguna.
Al
entrar en la biblioteca los chicos se tensaron al ver aparecer a
Albert por la puerta, Zoey se dirigió a la mesa junto a un grupito
de chicas que cotilleaban sin parar. Albert se sentó en una silla
algo incómoda y puso los pies sobre la que tenía delante adoptando
una posición más relajada.
-Albert
-el chico siguió la voz al igual que prácticamente todos los
presentes- ¿quieres venir?
Le
preguntó Zoey mientras las demás chicas le decían que lo dejara
estar, no le hizo falta apellidarse Einstein para saber que no sería
bien recibido por lo que negó con la cabeza y volvió la mirada al
frente.
-¿Por
qué insistes en hacerte ver como un chico duro?
-¿Qué
te parece, porque lo soy?
-No
lo eres, May me lo ha contado.
-¿May?
-Albert estaba desorientado.
-Sí,
mi hermana gemela -la puerta de la biblioteca se abrió y por ella
apareció una chica igual que la que Albert tenía en frente, a
excepción de que esta llevaba gafas y en su labio había un pequeño
corte casi curado, pero al ver a Albert junto a su hermana los
dientes de May presionaron sobre él y una pequeña gota de sangre
resbaló por su barbilla.
-¡May!
-la chica se acercó con lentitud hasta su hermana e intentó sin
éxito no mirar al chico de su lado- ya puedes agradecérselo.
-Zoey
-dijo la chica algo avergonzada.
-¿Qué?
Mira Albert resulta que mi hermanita es muy callada, jamás me
hubiera contado nada si no fuera porque la amenacé con contarle a
mis padres lo del labio.
-Zoey.
-Te
está sangrando el labio, ven conmigo -Albert se levantó de la silla
y se llevó a May agarrada por la muñeca.
-¿Dónde
me llevas?
-Al
servicio.
Ambos
entraron en el baño de chicas después de cruzarse en la puerta con
dos chicas de un curso inferior que los miraron sorprendidas. Albert
subió a May sobre el mármol sin problemas y cogió algo de papel,
lo mojó y presionó con él el labio de la chica.
-Gracias,
por lo que hiciste ayer.
Albert
alzó su mirada a los ojos de la dulce e inocente chica que tenía
delante, la única persona que al parecer no sabía nada sobre su
oscuro expediente.
-May
no soy un buen chico -el silencio inundó el lugar durante unos
segundos..
-Mientes,
un mal chico hubiera pasado de largo o se hubiera unido a esos cuatro
tipos que acosaban a una chica desprotegida, tú te enfrentaste a
ellos mira tu cara.
La
mano de May acarició la mejilla de Albert antes de ser apartada con
rapidez por la vergüenza que sintió.
“Albert
caminaba por la calle tranquilo, hasta que un grito lo alarmó,
cuatro tipos rodeaban a una chica mientras bebían cerveza de una
botella. El instinto de Albert le obligó a reaccionar y acudió a
socorrer a la muchacha que tan asustada se encontraba .
-Dejadla
en paz -les dijo Albert a los veinteañeros que tenía delante.
-¿O
qué?-preguntó el cabecilla antes de coger la cara de la chica y
darle un casto beso en los labios, está lo repudió y le contestó
con una fuerte bofetada.
-Guarra
-dijo antes de golpearle en la mejilla con fuerza. La chica cayó al
suelo y se hizo un ovillo.
Albert
aprovechó el desconcierto para propinar el primer golpe, después de
ese vinieron muchos más procedentes de ambas partes pero el alcohol
jugó de parte de Albert y tras un par de golpes estratégicos los
cuatro tipos cayeron al suelo. Albert se sentía horriblemente mal
sus nudillos estaban sangrando, su ojo hinchado y sus costillas
dañadas, pero hizo un esfuerzo por parecer estar bien y ayudar a la
chica.
-Hey
-dijo poniendo una mano sobre el hombro de la muchacha.
-¡Aléjate
de mí! -le gritó mientras propinaba un puñetazo que acabó en el
labio de Albert. “Labio roto” añadió a su lista, antes de coger
la mano de la chica y obligarla a rodear su cuello, pasó una mano
por debajo de sus piernas y la levantó del suelo mientras la hacía
recostarse sobre su pecho.
-¿Qué
haces?
-Llevarte
a casa -dijo Albert mientras caminaba mirando al frente”.
-Puedo ser como esos tipos.
-Sí, puedo -se dirigió a la
salida del baño con rapidez pero cuando estaba frente a ella los
brazos de May le rodearon el torso haciendo que su cara se contrajera
en una mueca de dolor a causa de los moratones que se extendían por
su abdomen.
-Suéltame -eso hizo que May lo
abrazara con más fuerza haciendo que su visión se nublara- May me
estás haciendo daño.
La chica le soltó y Albert se
apoyó en el mármol hasta que todo volvió a la normalidad. May se
acercó y levantó la camiseta del muchacho con cuidado para poder
ver todas las secuelas que le habían quedado por la pelea de la
noche anterior. Al ver que la gran parte de su musculoso abdomen
estaba morada soltó la camiseta y se tapó la boca con las manos
horrorizada.
-Estoy bien.
-No lo estás -May se sentía
fatal por ver como el chico que la había ayudado el día anterior se
encontraba por su culpa- tendrías que ir al hospital.
-Tú lo has dicho tendría pero
no lo haré, esto -dijo Albert levantándose la camiseta- es habitual
en mí, mi madre no me ha preguntado por qué pasó me ha preguntado
por la excusa que iba a poner.
-No te creo, mi cabeza... No
puede creer que un chico que hace algo así por alguien a quien no
conoce sea una mala persona.
Las lágrimas resbalaron por las
mejillas sonrojadas de May mientras Albert la observaba sin saber
cómo reaccionar.
-¿Cómo puedes hacer eso?
-preguntó Albert acercándose a ella.
-¿El qué? - el chico limpió
las lágrimas de May con el pulgar.
-Confiar más en mí que mi
propia madre.
-Bueno mi familia tampoco es
perfecta, ya conoces a Zoey.
-¿Cuál es tu apellido?
-Gilbert.
-May Gilbert, eres la primera
persona en este instituto que me ha sacado una sonrisa.
-Es muy bonita y deberías
dejarla ver más.
-¿Qué haces después del
instituto?
-Ir a casa, Zoey se va a comer
con unas amigas y mis padres no están así que estaré solita ¿por
qué?
-Bueno estoy enfadado con mi
madre y no me apetece comer solo así que me preguntaba si querías
venir a comer conmigo.
-¿Y si vienes a mi casa?
-Vaya yo no pensaba ir tan
rápido -bromeó Albert mientras reía con ganas.
-Idiota, no me refería a eso
-dijo May mientras golpeaba su hombro amistosamente.
-Me parece una buena idea.
Cuando volvieron a la biblioteca
se sentaron juntos cosa que sorprendió a todos los presentes.
-May ¿qué ha pasado en el
baño? -dijo Zoey delante de Albert mientras le pinchaba en la
barriga con el dedo.
-Nada -contestó la chica
avergonzada.
-Venga cuéntamelo.
-¿Por qué no la dejas en paz?
-dijo Albert molesto.
-Es mi hermana.
-Eso no te da derecho conocer
todos sus secretos.
-Porque tú lo digas, May habla.
-No es un juguete, tiene
sentimientos y es horrible que la trates así.
-A ella no le importa ¿verdad?
May observó a Albert unos
segundos, el tipo duro que la noche anterior la había llevado en
brazos hasta su casa, que había sido golpeado por ayudarla y que
ahora la estaba defendiendo le transmitía tanta seguridad que podía
enfrentarse a lo que fuera.
-Pues la verdad es que sí me
importa Zoey, no me gusta quedar en ridículo y además prefiero
guardarme algunas cosas para mí.
-Avisa a mamá de que no iré a
casa esta noche.
-Zoey... -May se sentí mal por
haberle dicho esas cosas a su hermana pero también se sentía bien
por haberle plantado cara.
-Se le pasará -dijo Albert
intentando tranquilizarla.
Tras el final de las clases
Albert y May fueron a casa de ella a comer y como había dicho con
anterioridad esta estaba vacía. Hicieron pizza para comer y
prepararon una película para ver después. Ambos se acomodaron en el
sofá cerca pero no lo suficiente como para tocarse. La película la
había elegido May pero era del repertorio de Zoey ya que era más
amplio. Con el inicio de la película también empezaron los
sobresaltos que hacían a May temblar y a Albert entretenerse.
-¿Quieres cambiar de película?
-preguntó Albert al ver la reacción infantil de May que consistía
en taparse los ojos o no mirar al televisor.
-No, a ti te gusta y no quiero
que la dejes a medias.
-¿Y lo vas a pasar mal tú?
Eso no es justo.
-No me importa -May mantenía
los ojos cerrados cuando Albert se acercó a ella y le rodeó los
hombros con el brazo.
-Ahora si tienes miedo puedes
abrazarte a algo real para saber que eso sólo está en la pantalla.
Albert sonrió con dulzura a May
antes de ser sorprendido por el beso que ella depositó en su mejilla
con dulzura.
-Yo tenía razón, eres un buen
chico.
-Te he robado un beso sin
permiso ¿estás segura de que soy un buen chico?
-¿Cómo sabes que no era lo que
yo quería? -Albert dudó ¿acababa May de darle a entender que le
había gustado que la besara?
Albert acercó la cara a la de
la chica y no pudo evitar sonreír al ver como ella cerraba los ojos
y esperaba que sus labios se unieran, él no se hizo de rogar.
Por fin después de las
vacaciones de navidad que pasaron juntos Albert pudo vestir con
camisetas de colores y vaqueros claros sin que nadie sintiera la
necesidad de preguntarle por heridas o daños.
La buscaba por los pasillos sin
parar hasta que dio con ella.
-Hola, mi héroe.
-Hola, mi dama en apuros.
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Hello!!! Aquí os dejo el relato/historia paralela, lo pondré en las dos páginas ya que no es esencial para entender la historia, eso es todo.
Os quierooo!!!
Mi nombre es Sam, tengo varias cosas y experiencias que quiero contarles. Tuve, tengo y creo que tendré una vida complicada, con sus altos y sus bajos pero aunque no sea una chica muy positiva sé que si me lo propongo puedo empezar y terminar cualquier cosa. Solo quiero que leas mi historia, algunas veces me querrás y otras odiaras pero... ¿qué puedo decirte?, no nací para gustarle a todo el mundo. Soy Sammantha Blair, y esta es mi historia...
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Me he pasado por tu blog y la verdad es que me ha gustado mucho el primer capítulo, espero que pronto publiques otro :D
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